Romero
Jiménez, José Alberto. (Granada, 1935). Poeta.
Los ecos de su poesía, sonora,
apasionada, enardecida y de nítidas esencias andaluzas, aún resuenan en los
foros y escenarios donde se dio a conocer como poeta en el Motril de los años
ochenta y noventa. Su tono de voz –en el que algunos críticos han creído
entrever manifiestas resonancias lorquianas y manuelmachadianas– irrumpió con
fuerza y gallardía por esos exultantes años finiseculares, destacándose como
una de las voces poéticas más genuinas e impares del parnaso local en aquella
floreciente etapa de resurgimiento cultural que experimentó nuestra ciudad por
dicha época. Tras ingresar en el Seminario y realizar el Bachillerato en
Sigüenza, Jerez de los Caballeros y Zafra, cursó estudios de Filología Románica
en la Universidad de Granada, incluyendo en su singular recorrido académico un
periplo de varios años en la Universidad de Colonia adonde se trasladó por
mediación del profesor Manuel Alvar, catedrático de Dialectología en Granada,
de quien nuestro autor había sido aventajado discípulo.
Ha sido catedrático de Inglés
en los institutos «Julio Rodríguez» y «Francisco Javier de Burgos» de Motril,
«Antigua Sexi» de Almuñécar y «Mediterráneo» de Salobreña. También permaneció
algunos años en comisión de servicio impartiendo docencia en la localidad
alemana de Kehl, en el estado de Baden-Wurtemberg, aprovechando dicho destino para
asistir a varios cursos de Francés en la fronteriza ciudad gala de Estrasburgo,
capital de Alsacia y sede del Parlamento Europeo y del Consejo de Europa.
Ferviente apasionado de los idiomas, habla correctamente el alemán, el inglés,
el francés y el italiano. Una vez jubilado de sus tareas académicas se licenció
también en Derecho por la UNED el año 2002 con objeto de completar su formación intelectual, indeclinable
deseo que ha querido mantener en permanente y vivo rescoldo toda su vida.
Se sintió seducido desde muy
joven por la poesía, escribiendo durante sus años de estudiante gran cantidad
de poemas que, desgraciadamente, no han llegado a conservarse en nuestros días.
Desde la adolescencia mostró especial predilección, empero, por los autores
clásicos: San Juan de la Cruz, Garcilaso de la Vega, los hermanos Machado,
Miguel Hernández, Gerardo Diego y, sobre todo, Federico García Lorca, por el
que siempre ha sentido honda atracción y en cuya figura literaria llegaría a hacer
converger, estéticamente, su propia poesía. Durante los años ochenta y noventa,
José Alberto Romero tuvo un destacado protagonismo en la vida cultural motrileña.
Tras ingresar –junto con Amalia Toca–, hacia 1988, en el Colectivo de Poetas Motrileños con motivo del homenaje que
los vates locales le brindaron al desaparecido Manuel Carrasco, sus
participaciones en las numerosas lecturas poéticas realizadas con posterioridad
a esa fecha se contabilizaron por clamorosos éxitos de público, pues recitaba
sus versos «con una fuerza declamadora completamente desconocida hasta entonces
en la ciudad y con un genuino estilo» que enfervorizaba y levantaba de sus asientos
a los asistentes a dichos recitales. Como buen granadino, lleva por su sangre
sonidos de cascadas y de agua –«agua oculta que llora» 146–, olores a jazmines y azahar,
atardeceres rojos de luna llena –«redondo tapiz de naranja» 147–, que describe en versos de
forma desenvuelta y bella como lo hicieran en su día los poetas
arabigoandaluces.
Algunos de los críticos que
han analizado las claves de su poesía han destacado de él que:
«Es fama entre los compañeros
poetas su calidad de lorquiano, cuando [esto solo] es una verdad a medias, si
leemos en extensión y variedad su poesía. Cierto que en sus poemas más
conocidos aparecen muchos elementos que están en la más popular poesía
lorquiana, pero también podemos encontrarlos fácilmente en Manuel Machado, y
menos en Antonio; o sea, en la tradición cercana de la poesía andaluza». Toda la
poesía conocida de José Alberto Romero ha sido recogida solo en obras
colectivas tales como: Cantos del
Sur (1989), Antología de Poetas Motrileños (1993), Poesía motrileña (1995), Semillas. Caja de poemas (1996) y Poemas (1996), libro este último poco conocido en nuestra ciudad que fue editado
por el Instituto de Bachillerato «Mediterráneo» de Salobreña un año antes de su
jubilación y que recogía una pequeña muestra de la obra lírica de cuatro
escritores: Miguel Ávila Cabezas, Alfonso Garrido Espínola, Ramón Villalobos
Gómez y nuestro propio autor, los cuatro profesores de dicho centro y poetas
ampliamente contrastados y reconocidos en los ámbitos literarios. Con dicho
librito, rotulado con el número 1 de la colección «Cuadernos del Mediterráneo», serie nacida al
amparo del citado instituto, se pretendía exhortar e invitar, no solo a la
comunidad escolar del centro, «sino también al resto de la comunidad social de
Salobreña, a la participación en un proyecto que se pretende ilusionadamente
ambicioso para que tenga continuidad durante los próximos cursos y recoja en
sus diferentes números las aportaciones de personas y entidades sobre temas de
investigación y creación artística que, sin duda, favorecerán y contribuirán al
enriquecimiento y proyección de nuestros objetivos». El resto de su abundante y
variada obra poética, que sigue estando celosamente guardada en varias añosas y
olvidadas carpetas, «permanece inédita a la espera de que alguien realice un
abordaje integral de la misma, analice sus sustanciosas claves, y la recupere
del triste anonimato donde dulcemente reposa»
Una voz poética –un tanto
alejada últimamente de la escena pública– singular y nítidamente diferenciada de
la del resto de los poetas motrileños de su tiempo que entronca con meridiana
claridad con la más pura y genuina tradición poética andaluza, incluyendo la
que salpica la obra juanramoniana, quien defendía –como lo ha hecho también en
innumerables ocasiones nuestro autor– que es precisamente Andalucía la
comunidad que más puede acercar España a lo universal.
Del libro "Luciérnagas en el olvido" de Jesús Cabezas Jiménez
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